"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

lunes, 4 de agosto de 2014

Breve relato: AROMA

Aroma era un país que desprendía frescura, dulzura, dignidad y humanidad. Quienes en aquellos tiempos vivieron, aseguran que jamás logró el ser humano purificar su especie con una construcción más bella que aquélla. Fue froto de pingües luchas y compromisos. De derramamientos continuos de sudor y de esfuerzo. De amor incondicional a la vida y a los seres componentes de ella. Quienes habitaron esa tierra, no logran deshacerse de los vestigios hermosos de aquellos tiempos de pacifismo humano.

Aroma, para aquellos que desconozcan su historia, fue el país donde reinó temporalmente el sentimiento más noble de humanidad que jamás haya experimentado el ser humano. Allí habitaban personas entusiasmadas con la vida y con la naturaleza, con la especie humana y con los animales. Quién pudiera hoy hablarnos de semejante realidad. Quién pudiera hoy resguardarse en un lugar que igualara a Aroma.

Si la paz presidía Aroma era a causa de la política implantada por unos jóvenes que batallaron lo indecible por forjar una sociedad con un mínimo de justicia y de igualdad. Eran jóvenes entusiastas y ávidos de cambio que impulsaron un proyecto que franqueó numerosos obstáculos desde que echara a rodar. La oposición que sufrió fue inmensa, debido en gran parte al terror que causaba este tornado de humanidad en aquellas personas innobles y egoístas que parecen querer dominar todos los períodos de la historia. Acólitos de la injusticia y de la sinvergonzonería que no se ocupan sino de reproducirse interminablemente hasta cubrir las esferas del poder desde donde se sacrifica a aquellos seres insignificantes y míseros que resultan incompatibles con sus ilimitadas ambiciones.

Los jóvenes de aquel territorio que era hostil a los seres humanos más débiles, se rebelaron y arrancaron de las raíces del poder a los dictadores políticos, sociales y religiosos que dominaban un país que por aquel entonces se denominaba Rivera. Soñadores de la justicia social encabezaron un movimiento que aglutinó a personas de todas las clases y edades. Señores mayores, revitalizados con la idea del cambio, fueron expulsados de su decrepitud y devueltos de nuevo a las calles para guiar la revolución. Ningún habitante digno del territorio riveriano eludió la responsabilidad que exigía la nueva batalla.

Dolores formaba en aquellos tiempos parte del grupo de señoras mayores díscolas e inconformistas. De hecho, se dice que fue ella el personaje más determinante de aquella rebelión. Estimulada por la energía que en su cuerpo clavaban las esperanzas juveniles, lideró el movimiento social, hasta el punto de que, bien finalizado el conflicto, fue ella quien devino en la Presidenta de Aroma, el nuevo país que surgió del encomiable esfuerzo ciudadano.

Era Dolores una señora seria, sensata y altamente inteligente a cuyas palabras sucedía siempre un silencio profundo entre quienes la rodeaban, ansiosos de escuchar la suave voz que emanaba de una boca realmente hermosa circunscrita por unos labios de increíble finura. Detentora de un rostro plagado de pequeñas y sucesivas pecas, que atribuían a su dueña una imperecedera juventud que chocaba imperiosamente con su avanzada edad. Componía su imponente figura un cuerpo esbelto generador de gestos cargados de mesura y elegancia que con presteza hacían a uno advertir la enorme personalidad de quien ante él se hallaba. En Aroma, nadie olvida el discurso con el que inauguró la nueva etapa del país. O mejor dicho, el discurso que inauguraba el nuevo país. Decía:

“Queridos compañeros, ya estamos aquí. Hemos alcanzado la meta que nuestros sueños trazaron hace mucho tiempo. Soñábamos nosotros con expulsar de nuestro país a los seres humanos más inhumanos. A las personas indignas que nos sometieron durante años a un trato vejatorio y oprobioso. Soñábamos nosotros con sentir el aliento de nuestros iguales a nuestro lado luchando por la misma causa. Luchando por el sentimiento humano y por la verdadera paz. Que no se equivoquen, no hemos llegado a través de la violencia. Es justamente de la violencia de la que hemos escapado. Soñábamos nosotros con unir nuestras fuerzas con el fin de mostrar al mundo entero que el pueblo es imparable cuando coopera y se coordina. Cuando empatiza y concibe a cada ser humano como el elemento más digno y grandioso del Universo. Cuando aprecia el aire puro de una naturaleza que precisa nuestro auxilio. Soñábamos nosotros con deshacernos de las ataduras impuestas por las miras estrechas y egoístas de quienes dominaron este país demasiado tiempo. Soñábamos nosotros con que llegara el día donde los ciudadanos pudieran situarse al frente de sus vidas. Donde la política fuera anclada de nuevo a su lugar originario, que no es otro que el de los ciudadanos. Donde pudiéramos de verdad potenciar nuestras facultades humanas. Hoy ha llegado ese día. Ya estamos aquí. Y nadie va a poder frenar nuestro impulso. Bienvenidos compañeros, a la vida. Bienvenidos compañeros, al verdadero mundo.”






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