"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

martes, 19 de marzo de 2019

Better Call Saul


Empezar Better Call Saul suponía un riesgo notable, pues, por mucho que me propusiera no hacerlo, era inevitable no trazar similitudes con Breaking Bad, una de las series más maravillosas que he tenido el placer de ver. El enterarme de que Vince Gilligan estaba, junto con Peter Gould, detrás de esta aventura, incrementaba las expectativas, así como el comprobar que un número considerable de los personajes de Breaking Bad iba a formar parte de la historia. A pesar de este vértigo inicial, la serie me ha fascinado. No es necesario comparar con Breaking Bad para afirmar que Better Call Saul es una serie formidable: con un guion compacto, con una historia narrada de manera gradual y con atención minuciosa al detalle, con unas actuaciones de primer nivel, con una ambientación extraordinaria y con una calidad visual excelente.

Better Call Saul aborda la evolución de Jimmy Mcgill, un joven abogado que todos sabemos por Breaking Bad que acabará transformándose en Saul Goodman, un hombre moralmente impúdico. En las primeras temporadas de Better Call Saul, uno observa cómo Jimmy es una persona entrañable, que, aunque con la tendencia de Saul Goodman al divertimiento y a las chapuzas, atesora buenas intenciones, como puede apreciarse en la primera temporada cuando se niega a apropiarse una cantidad voluminosa de dinero ajeno y, sobre todo, con el trato exquisito que le profesa a su hermano Chuck.

La complicada relación entre Chuck y Jimmy constituye el eje sobre el que pivota la personalidad de este último en las tres primeras temporadas y media. Chuck es todo lo contrario a Jimmy: es un jurista apasionado que muestra un respeto sepulcral por la Ley, otorgándole un carácter cuasi sagrado. Es una persona extremadamente perfeccionista, meticulosa, obsesiva, honrada y que siempre intenta guiarse por lo que le indica su rígido sentido de la moral. Chuck, sin embargo, también exhibe numerosos defectos: le falta sensibilidad y empatía. Carece de inteligencia emocional. Es una persona totalmente fría. Además, actúa con bastante arrogancia, siempre cree saber qué es lo mejor y apenas muestra agradecimiento a aquellos que, como Jimmy, le proporcionan continuos cuidados. Conforme avanza la serie, es posible avistar en él cierto reducto de envidia hacia su hermano. Aunque sea incapaz de aceptarlo, no tolera la facilidad con la que Jimmy se gana el cariño de su entorno. No en vano Jimmy era el favorito de sus padres, así como era incluso capaz de hacer reír a Rebecca, la ex mujer de Chuck a la que éste apenas sabía cómo sacar una sonrisa.

La relación entre Chuck y Jimmy está condenada a colapsar. Ambos tienen, como se ha dejado entrever, dos personalidades incompatibles. Se quieren con sinceridad, pero están abocados a desentenderse, ya que ninguno de los dos puede desplegar plenamente su personalidad si tolera la personalidad del otro. Aunque no siempre le afecte directamente, Chuck no puede aceptar la frecuencia con la que Jimmy incurre en dudosas prácticas legales. La facilidad con la que Jimmy intenta retorcer la ley hasta obtener lo que desea colisiona de pleno con el elevado respeto que Chuck siente hacia el Estado de Derecho. Asimismo, para Jimmy es imposible ser él mismo si se propone seguir a rajatabla los consejos y órdenes de Chuck. La seria profundiza muy bien en la personalidad rebelde de Jimmy. Jimmy es un caradura de libro, un liante, un truhán. Le encanta tomar riesgos, así como estafar a la gente. Y no especialmente por razones económicas, sino sobre todo por la felicidad que le produce jugar al margen de lo socialmente aceptable. Su relación con Marco, su amigo de la adolescencia, se basaba precisamente en eso, en encontrar la diversión en engañar a la gente. La complejidad con que está narrada la serie impide, sin embargo, que reprobemos moralmente a Jimmy por sus actividades poco íntegras. Pues resulta imposible no asociar su rebeldía, sus continuos traspiés, con el trato exigente, condescendiente y displicente que le ha dispensado Chuck desde que eran pequeños.

La creciente tensión entre Jimmy y Chuck acaba por detonar en la tercera temporada, después de que Jimmy, con el objetivo de evitar que Kim pierda un cliente de suma importancia, modifique unos documentos de Chuck, haciéndole quedar como negligente delante de todos. El ego de Chuck no puede perdonar esta última jugarreta de Jimmy y le empuja a intentar por todos lo medios sepultar la carrera profesional de su hermano. Este insalvable conflicto fratricida cristaliza en el que quizá sea el mejor capítulo de la serie: “Artimaña”. En este capítulo cargado de drama, Chuck testifica para denunciar la mala praxis de Jimmy. Sin embargo, el ingenio y la falta de escrúpulos de su hermano, con la inestimable colaboración de una incisiva Kim, consiguen sacar de quicio a Chuck, poniendo públicamente de manifiesto su inestabilidad mental. Este suceso supone un golpe mortal para Chuck: debilita indeciblemente su credibilidad, mancilla su reputación y, sobre todo, le hace darse cuenta de hasta qué punto la relación con su hermano es inviable. No es de extrañar que la muerte sea el único destino que los escritores de la serie aguardan para este maravilloso personaje. 

Una vez Chuck desaparece de la serie, se acelera notablemente la metamorfosis de Jimmy Mcgill en Saul Goodman. Este proceso de cambio solo es ralentizado por la enorme influencia que Kim Wexler ejerce sobre Jimmy. Y aquí es necesario hacer un pequeño inciso para destacar lo magníficamente bien narrada que está la relación entre Kim y Jimmy. En mi opinión, es una de las relaciones de amor mejor contadas en la televisión. No hay excesos dramáticos a la hora de explicar el estrecho lazo que les une. Más bien, todo lo contrario, la serie relata de manera muy sutil y sobria el profundo amor que sienten Kim y Jimmy por el otro. Es un amor basado en la complicidad y en la lealtad. Nunca se fallan entre ellos. Siempre tienen como principal objetivo garantizar la felicidad del otro. En este sentido, el mérito de Kim es mucho mayor, ya que resulta harto complicado lidiar con los constantes tejemanejes de Jimmy, sobre todo para una persona como Kim que, en la mayoría de las ocasiones, se asemeja más a Chuck que a Jimmy.

La personalidad de Kim es realmente compleja. Por un lado, es una persona infinitamente más profesional que Jimmy, que siente verdadera devoción por su trabajo como abogada y a la que le gusta establecerse retos para mejorar. Kim es responsable, inteligente, ambiciosa en su justa medida, seria cuando tiene que serlo y perseverante. Además, es la única persona que deposita una confianza sincera e incondicional en Jimmy. Por otro lado, también le gusta la diversión. A diferencia de Chuck, no le agrada que su vocación profesional llene su vida de estrés y de angustia. Es por eso por lo que, de vez en cuando, siente la tentación de unirse a las travesuras de Jimmy. Es en estas escenas de complicidad cuando la relación entre Jimmy y ella alcanza su máximo esplendor. A pesar de la buena química entre Jimmy y Kim, no es difícil predecir el futuro distanciamiento entre ambos. Su relación difícilmente podrá asimilar las consecuencias que acarreará la definitiva transformación de Jimmy en Saul Goodman. Los últimos capítulos de la cuarta temporada nos empiezan a proporcionar pistas que van en esta precisa dirección.

Volviendo a Jimmy, resulta complicado no compararle con Walter White. Ambos son personajes llenos de matices, atravesados por una dualidad que se refleja en la elección que los dos hacen de un nombre distinto para hacer referencia a su otro yo: Saul Goodman y Heisenberg, respectivamente. Los claroscuros destacan tanto en el universo de Breaking Bad como en el de Better Call Saul y aparecen cristalizados en la dualidad de sus personajes principales, en esa difuminación permanente de la dicotomía entre el Bien y el Mal. Hasta aquí, las similitudes entre Jimmy y Walter son evidentes. Ahora bien, la diferencia radica en el proceso de metamorfosis. El descarrilamiento de Walter White es mucho más abrupto e irreversible que el de Jimmy. Pese a que nunca deja de perder del todo su lado más humano, Walter se embarca desde la primera temporada de Breaking Bad en actividades más que reprochables desde el punto de vista moral. Una vez que ha aceptado su muerte, está dispuesto a matar, a hacer cualquier cosa con tal de ayudar a su familia y de, como reconoce en el último episodio de la serie, forjar un imperio digno de su inteligencia. Este viaje hacia el lado oscuro, una vez va acumulando muertes y daños irreparables, se torna irrevocable.

Por el contrario, la deriva de Jimmy es mucho más gradual y templada. En las primeras temporadas de Better Call Saul sus dudosas actividades apenas producen serios damnificados. Y cuando siente que las consecuencias de sus actos han sido excesivas o dañinas, tiende a intentar subsanar sus errores, como cuando acaba admitiendo a Chuck que fue él quien modificó los papeles de Mesa Verde o cuando reconoce a las señoras de la residencia que ha estado manipulándolas. Esta evolución más pausada de Jimmy puede explicarse por dos razones: una endógena y otra exógena. Por un lado, Jimmy, a diferencia de Walter White, no posee una ambición desmesurada. Él ni sueña con ser importante ni con engrosar su riqueza. La motivación de Jimmy es más sencilla: quiere liberarse de los corsés impuestos por su hermano. Quiere divertirse, pasárselo bien. No se considera un fracasado, simplemente piensa que no ha tenido la ocasión de poder desarrollar plenamente su ingenio. Por otro lado, Jimmy cuenta con un entorno mucho más influyente. Kim y Chuck actúan como sus vigías morales, siempre están detrás de él para mitigar los efectos de sus errores. Aunque esta influencia le angustie, es incuestionable que sirve para frenar su evolución en Saul Goodman. Podría aducirse que Walter White también estaba limitado por Skyler. Sin embargo, en mi opinión, Skyler apenas ejercía ninguna influencia real sobre Walt. Cuando se enteró de las reprobables prácticas de su marido, era demasiado tarde, el proceso de transformación de Walt en Heisenberg era ya imparable.

Sería injusto no mencionar también la profundización que el personaje de Mike experimenta en Better Call Saul. Si en Breaking Bad se podía describir a Mike como el fiel y minucioso escudero de Gus Fring, como un tipo bruto, leal y resolutivo que no temblaba a la hora llevar a la práctica las órdenes de Gus, y en quien chocaba el cariño con el que cuidaba a su nieta, en Better Call Saul se revelan los recovecos de su alma, las penas que lo asolan y el desasosiego y las contradicciones que se esconden detrás de la determinación con la que ejecuta sus decisiones. Igualmente, la serie nos sitúa por primera vez en el interior del núcleo del narcotráfico a través del personaje de Nacho, un joven de ascendencia mexicana que, a pesar de sus nobles intenciones, se ve enmarañado de manera insalvable en la inmisericorde red del narcotráfico. Cuando se da cuenta de los horrores y las privaciones anejos a este tipo de vida, parece ser demasiado tarde. En el mundo del narcotráfico, no hay escapatoria. Sumisión o muerte parecen ser las dos únicas opciones.

Hasta ahora me he centrado en el análisis de la historia y de los personajes, pero Better Call Saul es brillante por muchas más razones. El reparto de la serie es increíble: Bob Odenkirk, Rhea Seehorn, Jonathan Banks y Michael McKean están simplemente fantásticos. Visualmente, la serie es una maravilla. El simbolismo está presente prácticamente en cada capítulo. La cámara consigue comunicar con sobriedad y solvencia, como es posible apreciar en los múltiples detalles presentes en la serie: el anillo del amigo de Jimmy que representa su lado más díscolo; el termo de café que no se amolda al espacio para refrescos habilitado en el Mercedes que le asignan a Jimmy en su primer trabajo flamante; el letrero con luces efervescentes en la sala de cosmética en la que Jimmy instala su primer despacho  y que contiene letras sin iluminar, proporcionando una sensación desasosegante de deterioro y declive; el tapón de la botella de Tequila al que Kim se aferra para recordar en sus momentos de dudas las cosas positivas que le aporta Jimmy… Hay planos también muy logrados técnicamente, como el empequeñecimiento que sufre Chuck con el plano picado con el que finaliza el capítulo en el que pierde los estribos o el inicio del capítulo “Algo estúpido” en el que a través de un plano de pantalla partida se muestra la potencial tensión que puede estallar ente Jimmy y Kim.

Asimismo, me parece muy inteligente cómo se utilizan los inicios de cada capítulo, antes de la intro de la serie, para incorporar una perspectiva temporal más amplia, abarcando sucesos previos y posteriores a lo que puede considerarse como la trama principal la serie. Este recurso, ya utilizado en Breaking Bad, aporta considerables detalles que sirven para dotar de mayor hondura a los personajes. La ambientación de la serie también es fantástica. En las primeras dos temporadas prevalecen los escenarios más urbanos. La acción se despliega en los espacios donde se supone que se desarrolla la civilizada vida americana: oficinas de abogados, juzgados, hoteles, la elegante casa de Chuck, restaurantes... Sin embargo, conforme avanzan las temporadas y las tramas se vuelven más oscuras, la serie nos sumerge en localizaciones más propias del Western, similares a las de Breaking Bad, caracterizadas por los cielos abiertos y por la imponente vastedad del árido territorio de Nuevo México.