"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

domingo, 23 de junio de 2013

¡VIVA LA EDUCACIÓN PÚBLICA!


Ahora que Anatolio Alonso “Anato”, estudiante de la enseñanza pública, ha logrado la calificación más alta de la Selectividad –un 9.95-, me parece que nos encontramos ante el mejor momento para reivindicar la educación pública. Sí, efectivamente, esa misma educación pública que tantos palos está recibiendo en los años recientes.

Aunque a mí me resulte escandaloso, todavía abunda la gente que cuestiona la enseñanza pública. Y no sólo eso, sino que, además, se empeñan en desmantelarla. Por ello, me veo ahora en la obligación de exponer por qué creo que esta modalidad educativa es tan imprescindible. No se crean que voy a descubrir nada nuevo, más bien, voy a limitarme a escribir algunas evidencias, que, para tratarse de evidencias, están muy poco establecidas en algunos sectores de la sociedad.

En la actualidad, existe una gran laguna moral que impide, cada vez más, conocer qué es eso de la empatía. Esta tendencia desemboca en una falta de conciencia acerca de cuán importante resulta el azar en nuestras vidas. Tengo la sensación de que mucha gente que nace en familias acaudaladas se siente responsable de ese privilegio. Consideran que son superiores puesto que han nacido en familias “superiores” (primer error, concebir la capacidad adquisitiva como sinónimo de superioridad). Sin embargo, se olvidan de que esa fortuna es fruto totalmente del azar. Quien nace en un ambiente de riqueza no ha hecho ningún mérito para localizar su vida en él. De la misma forma que los habitantes de los países menos desarrollados no son masoquistas que han escogido vivir sumidos en la pobreza. El azar, por tanto, es el causante de las ingentes desigualdades que protagonizan el inicio de nuestras vidas. Por ello, en tanto que carecemos de mérito o demérito respecto al origen de nuestras vidas, debemos reivindicar la igualdad de oportunidades para todos. ¿Por qué una persona nacida en una familia humilde no va a poder tener acceso a la educación? Acabar con la educación pública significa perpetuar este determinismo inicial del azar, hasta convertirlo en un determinismo vitalicio. Significa, pues, restringir la libertad, destrozarla, destruirla. El desmantelamiento de la enseñanza pública consiste en agudizar aún más las injusticias de la vida. Finiquitar la educación pública implica establecer una esencia definida en las personas, imposibilitando que se lleve a cabo un desarrollo autónomo, pues la libertad quedará reducida a aquellos que puedan permitirse el coste económico de la educación.

Asimismo, el desmantelamiento de la educación pública es un gran atentado contra la democracia, ya que esta forma pluralista de educación es una de las máximas expresiones de la misma. La enseñanza pública, del mismo modo que la democracia, abraza la diversidad. Se educa en el pluralismo, en la tolerancia y en el respeto a los otros. Además, la única condición para lograr el acceso en ambas es la condición de ser humano, rehusando, por tanto, el elitismo intelectual, la xenofobia, el racismo, la homofobia, el machismo y cualquier otro tipo de discriminación.

El excelente resultado obtenido por Anato en la Selectivad refleja que la enseñanza pública, además de ser socialmente benefiosa, es eficiente y fructífera. No podemos permitir que se siga recortando en un elemento que es tan fundamental para el desarrollo democrático, social e incluso económico del país. Por ello, debemos seguir reivindicando la importancia de la educación pública. No se nos puede despojar de uno de los derechos más imprescindibles del ser humano, como es el de obtener una educación universal y pluralista, al alcance de todos. Si desaparece la educación pública, desaparece la igualdad de oportunidades.