"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

sábado, 2 de febrero de 2013

Democracy for the people, of the people and by the people


En numerosas ocasiones me irrita el afán de los norteamericanos de ensalzar su historia y mitificar a los protagonistas de ésta. Mejor dicho, su afán de pretender demostrar mediante estas historias su gran poderío y supremacía, aquello que, según ellos, les convierte en el país más especial del mundo. No obstante, el último film de Steven Spielberg, el cual se centra en la figura del presidente Abraham Lincoln, me resultó formidable y carente de cualquier tipo de exageración o excesiva mitificación. El papel de Lincoln en la historia de Estados Unidos fue tan fundamental como se muestra en la película. De hecho, la abolición de la esclavitud  es uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad, aunque cabe no asociarlo directamente con Estados Unidos, pues en países americanos como Haití, Perú, México y Panamá la esclavitud se había abolido con anterioridad. Ahora bien, cuesta comprender cómo en España se tuvo que esperar hasta el año 1888 para poner fin a la esclavitud (considerando a Cuba y Puerto Rico parte del país).

En octubre de 1868 se inició con el “Grito de Yara” la sublevación cubana que derivó en una guerra de diez años de duración entre España y Cuba. Los cubanos reivindicaban la autonomía política y la abolición de la esclavitud, como bien se refleja en el Manifiesto de la junta revolucionaria de la isla de Cuba de 1868: “Nosotros consagramos estos dos venerables principios: nosotros creemos que todos los hombre son iguales; amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y las propiedas de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos respañoles residentes en este territorio; admiramos el sufragio universal, que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación gradual y bajo emancipación de la esclavitud, el libre comercio con las naciones amigas que usen de reciprocidad, la representación nacional para decretar las leyes e impuestos y, en general, demandamos la religiosa observancia de los derechos imprescindibles del hombre, constituyéndonos en nación independiente, porque así cumple a nuestros destinos y porque estamos seguros de que bajo el cetro de España nunca gozaremos del franco ejercicio de nuestros derechos.” Finalmente, la guerra terminó con la paz de Zanjón, en 1878. A cambio, los españoles se comprometieron a materializar algunas de las expectativas cubanas, como la abolición de la esclavitud o la representación política de Cuba en las Cortes. No obstante, como ya he mencionado anteriormente, la abolición de la esclavitud no se produce hasta el 1888. Asimismo, no se le confiere la autonomía a Cuba hasta 1897, año en el que también se decreta la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares, y la autonomía arancelaria. Como podemos observar, España estuvo jugando sobre el filo de la navaja y, finalmente, acabó cortándose en 1898, cuando perdió definitivamente sus últimas colonias. El partido conservador y el partido liberal, que fueron los protagonistas políticos de la Restauración, parece ser que desconocían la hazaña de Lincoln, y si la conocían, obviaban su importancia.

Lincoln era un abogado abolicionista que llegó a la presidencia de los Estados Unidos en 1860. Su propósito de anular la esclavitud despertó la ira en los estados del Sur de la Unión, en los cuales estaba aún muy presente la esclavitud. Por el contrario, en la mayoría de estados del Norte ya se había abolido. Esta división acabó desembocando en una devastadora guerra civil, iniciada el 13 de abril de 1861. A Lincoln le repudiaba esta escisión: “Casa dividida debe perecer, dice el Evangelio. Yo creo que esta nación no puede continuar la mitad esclava y la mitad libre. No temo que caiga la casa, pero sería aún peor que acabara dividida. O debe ser toda ella esclava o será toda libre…” Once estados del Sur se separaron de la Unión y formaron la Confederación, que fue presidida por Jefferson Davis. Por la otra parte, veintitrés estados componían la Unión. La Unión y la Confederación se enzarzaron en una batalla atroz que cayó finalmente del lado de los del Norte el nueve de abril de 1865. Entre medias, Abraham Lincoln jugó un papel crucial, pues puso todo su empeño en abolir la esclavitud. El decimosexto presidente de los EEUU consideraba que los seres humanos no podían ser tratados como una propiedad y, por tanto, se oponía firmemente a la compra y venta de esclavos. Anhelaba la libertad para todos. Por ello, durante la Guerra de Secesión propugnó la emancipación de la esclavitud con la decimotercera enmienda de la Constitución. Liberar a los esclavos favorecería asimismo a la sociedad estadounidense, pues habría un consenso social mayor al compartir todos los mismos derechos. Como decía Walt Withman, un gran poeta de la época: “cuando conozco a alguien no importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano. ¡Venid!, tú, el negro; tú, el rubio; tú, el piel roja; ¡vamos!, ¡vamos!, ¡marchemos! Todos a una, hacia allá… ¡vamos cantando!”. Por lo tanto, es significativo que España retrasara tanto la abolición de la esclavitud. De hecho, es un síntoma más de la falta de consenso social que había en el país. Aunque en España no hubiera esclavitud, no es muy halagüeño el hecho de que ésta sí estuviera presente en colonias que le correspondían. Con este panorama resultaba imposible poder lograr el consenso social en el país, pues en España también había diferencias abismales entre los acaudalados propietarios y los campesinos.

Leyendo un artículo reciente de Vicenç Navarro (http://blogs.publico.es/dominiopublico/6405/lo-que-la-pelicula-lincoln-no-dice-sobre-lincoln/) aún descubro otras  conquistas de Lincoln interesantísimas, que ya nos habría gustado que se hubieran aplicado en España durante la Restauración. Navarro sostiene que además de la emancipación de la esclavitud, Lincoln luchó por la emancipación del trabajador. Es decir, tenía el deseo de que el trabajador se convirtiera en el dueño de su producto, del mismo modo que de su trabajo: "el mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración (...) En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay que revertir este desequilibrio". Por tanto, Lincoln se interesó profundamente en mejorar las condiciones laborales, de hecho, simpatizaba con el movimiento socialista de la época. Nos percatamos así de cuán acertado estuvo Lincoln al tomar decisiones que promovían el consenso social en Estados Unidos. En primer lugar, todos tenían que ser tratados como iguales, independientemente de su raza. Una vez logrado este propósito, todos debían exigir ser tratados de manera justa y humana en sus trabajos.

El problema de España no fue únicamente no incorporar en la conciencia política y social las hazañas de Lincoln, sino manifestar oposición a ellas. Si en EEUU se habían levantado los estados del Sur, se debía a que reaprobaban la postura abolicionista de Lincoln. En el caso de España, sin embargo, los isleños cubanos se rebelaron con el fin de lograr la emancipación de la esclavitud. Es decir, se sublevaban aquellos que abrazaban las medidas de Lincoln. Cuando en la época del presidente estadounidense, se rebelaron, paradójicamente, quienes rehusaban sus decisiones. Sagasta y Cánovas, en lugar de emular a Lincoln, optaron por mantener la esclavitud hasta que resultó políticamente insostenible. De modo que, en las últimas dos décadas del siglo XIX, sólo en tres países de América se permitía la esclavitud: Brasil, Puerto Rico y Cuba. Qué casualidad que dos de los mencionados países pertenecieran a España…

En conclusión, resultaba imposible que se pudiera alcanzar el consenso social en España durante la Restauración si sus políticos tomaban decisiones totalmente opuestas a las que se consideraban artífices del consenso social, a saber, la abolición de la esclavitud de Lincoln. ¿Qué mejor ejemplo de consenso social que una democracia for the people, of the people and by the people como la de Lincoln?