"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

sábado, 18 de enero de 2014

¿Existe la objetividad?


La objetividad no existe. Sin embargo, no creo que esto sea óbice para que uno se proponga ser objetivo. En mi opinión, intentar ser objetivo es la actitud más filosófica, trabajosa y saludable que existe para encarar la vida, ya que implica un desapego de los dogmas y de las convicciones inamovibles. Tener principios no es incompatible con poder cuestionar a éstos. De hecho, pienso que es imprescindible no cesar de dudar sobre lo que vemos y lo que somos. Desde una perspectiva subjetiva, se ve mucho menos, pues restan desérticos innumerables paisajes por los que uno no se “autoriza” pasear. Siendo uno única y exclusivamente subjetivo sólo se genera indignación y arrogancia, mientras que nunca se plantea la canalización de las mismas. Quien se aferra a su subjetivismo se está aferrando al mismo tiempo a la autocomplacencia, al conformismo e, irremediablemente, a la ignorancia. Vive aislado, aunque se considere fuerte y arropado.

El intento de objetividad no presupone la anulación de la subjetividad, pero sí establece un control sobre ésta. Se puede decir que le coloca una correa con la que se le sujeta a la realidad. Y si la realidad se aleja de aquello que las ideas subjetivas protegen y defienden, pues será inevitable que la subjetividad se desplace al ritmo de los acontecimientos. Intentar ser objetivo no significa que se carezca de principios, ni de ideología. Todo lo contrario, se tiene tanto respeto hacia lo que son los principios y las ideas que se desea que éstos sean lo más válidos posibles, objetivo que se torna irrealizable si no se lleva a cabo una comparación que los sujete a la realidad y que así los certifique. Intentando ser objetivo, uno manifiesta una admirable fidelidad hacia lo que son los principios en su sentido más abstracto y universal. Unas aspiraciones no concretas, pero al mismo tiempo subjetivas, porque denotan palmariamente la estima que se profesa al sentido de los principios y los ideales. He aquí la porción de subjetividad que está inserta en la naturaleza humana, independientemente de que se pretenda ser objetivo o no, pues, en este caso, ¿acaso no es subjetivo el amor por los principios y por el espíritu crítico, aunque sea paradójicamente el que empuje a intentar ser objetivo?

Cuando uno se propone ser objetivo no intenta tanto ratificar sus convicciones a través de la observación de la realidad, como corroborar que puede continuar amarrándose a esos principios que defiende abstractamente. Intentar ser objetivo significa precisamente eso: anhelar la concreción de lo que es abstracto. Y esa concreción únicamente puede darse cuando la realidad lo permite, por lo que se rechaza totalmente la posibilidad de adecuar los acontecimientos a la idea abstracta que se defiende (los principios). Nótese que anhelar la concreción de lo que es abstracto difiere de concretar lo que es abstracto, que es la actitud predominante en las personas que no albergan ninguna preocupación por validar o cuestionar sus principios e ideales, los dan directamente por aceptados e irrechazables.  

Intentar ser objetivo es una tarea altamente agotadora y arriesgada. Agotadora en la medida en que no se goza del estatismo que envuelve a los principios incuestionables y acríticos; y arriesgada en tanto que conduce a quien se lo propone por la senda de lo desconcertante, de lo inexplorado, de lo desconocido y de lo voluble. Movido siempre más por las preguntas que por las respuestas. Por aquello que en realidad refleja con mayor fidelidad lo que es la propia vida, pues, ¿acaso existen respuestas claras y unánimes sobre el sentido de nuestra existencia? Por esta razón es tan tentador desmarcarse con aspereza de los propósitos de objetividad. Porque, dada la interminable incertidumbre que rodea a nuestra vida, uno brega por encontrar estabilidad y seguridad en diferentes realidades, por muy abstractas que éstas sean, como los principios. Ese comportamiento casi común a todos los seres humanos de postrarse en el subjetivismo no es sino un mecanismo de autodefensa. Anhelamos vivir con certeza, aunque se limite al ámbito de lo intangible.

Es completamente comprensible que uno se aleje de los propósitos de objetividad habida cuenta de las considerables consecuencias que produce sumergirse en ellos. Ahora bien, por muy difícil y laborioso que resulte, ¿no vivirá uno más acorde con la realidad cuando se decante por poner en continuo cuestionamiento todo lo que considera estable, cuando ajuste sus ideas a la realidad y no la realidad a sus ideas? ¿No vivirá una realidad más real y menos abstracta e imaginativa? ¿No será fiel a principios e ideales más válidos que aquéllos no cuestionados? ¿No será más empático?