"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

martes, 19 de septiembre de 2023

Conversaciones en las alturas

Cada vez que me meto en un avión siento un miedo atroz a morirme. Los aviones desatan en mi conciencia un torrente imparable de pensamientos que giran exclusivamente en torno a la muerte, ese espectro al que normalmente tengo castigado en un rincón y cara a la pared, sin permitirle hacerse notar. No le dejo chillar. Pero, ay, llegan los vuelos y enseguida me imagino muriéndome, comienzo a elucubrar sobre mi último fogonazo de lucidez. A quién ira dedicado, qué ideas concitará el último brillo de mi cabeza. Pienso tan poco en la muerte, la tengo tan arrinconada que, cuando se me presenta tan violentamente en medio de un viaje en avión, sólo puedo reconocer que me acojono, se me estrujan los nervios y se desbocan mis miedos más primarios. No es que no quiera morir algún día -nunca me ha atraído demasiado la idea de la eternidad-, es que no quiero morir precozmente, con tantas cosas pendientes por delante. En realidad, son sé si se trata de un pensamiento demasiado inocente, pues ¿acaso puede uno nunca afirmar que su muerte no ha sido precoz, que no le quedaban copas copiosas de tiempo por beber? Tiempo amargo y esplendoroso, tiempo doloroso y alegre, tiempo luminoso y mugriente, tiempo transido de tragedia y tiempo transido de destellos de felicidad. Tiempo, al fin y al cabo. Tiempo, en definitiva. Estoy escribiendo estas líneas mientras el avión acelera y está a punto de emprender el ascenso al ignoto cielo. Sólo pido que no me prive de tiempo. Subo la música de U2 con la ilusa intención de domeñar mis miedos y bajar de una vez el volumen de ese espectro rebelde e indómito que se ha arrancado las cadenas, ha salido de su ostracismo y se ha puesto a desfilar con chulería con la guadaña en mano en frente de mí. Ya me has acojonado. Es suficiente. Lo sé, nunca seré capaz de hacerte desaparecer del todo. Pero, ahora que estoy solo, privado de la compañía de mis seres queridos, dame un respiro, déjame en paz y vete un ratillo a tomar por el culo.