"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

jueves, 10 de septiembre de 2015

LOS NADIES


Salgo de casa para ir a la compra como todas las mañanas. Al girar en la primera esquina de la manzana, me topo de bruces con un ser humano que naufraga en la pobreza. Paso todas las mañanas por su lado y, sin embargo, es como si cada mañana fuera la primera. No logro habituarme a la desgarradora experiencia de ver a un semejante ahogándose en la miseria. No sé cómo actuar cuando atravieso la esquina en la que se arrebuja esta persona arrancada ignominiosamente de la sociedad: dudo entre darle unas monedas, pasar de largo con forzada indiferencia o lanzarle una sonrisa compasiva. No sé qué podrá resultarle menos ofensivo, pero sí sé que ninguna de estas acciones contribuirá a mejorar su porvenir.

No puedo evitar reparar en su mirada desamparada, en la pesadez de sus facciones, en sus labios perdidos, en su sorda voz que desesperadamente reclama clemencia, en los efectos turbadores de un rostro desfigurado por la impotencia causada por un horizonte arrebatado. Navego por las imágenes de su familia expuestas en el precario cartón al que se aferra en última instancia para recibir auxilio de los afortunados que sorteamos su inquietante presencia, y me imagino las menesterosas y desdichadas vidas de sus hijos y de sus hijas, unas vidas esterilizadas desde el inicio por una civilización adentrada en un vertiginoso proceso de deshumanización.

Miro a su alrededor y me conmuevo por el abrumador impacto que origina la visión del mundo feliz que fluye profusa y despreocupadamente fuera del espacio en el que se asienta este ser humano: hombres y mujeres libres que cargamos bolsas llenas de alimentos, de ilusiones y de excesos, que nos desplazamos en automóviles confortables y calientes, que gritamos de júbilo y lloramos de pena. Observo nuestro ilimitado mundo y le observo a él confinado en un rincón inmundo donde su vida transcurre congelada por las frías cercas de la desesperanza. No vive aunque vive. No muere, aunque ya está muerto.

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