Las críticas de Chaplin tan
vigentes como siempre, no deja de ser impresionante la capacidad de analizar la
sociedad de la que estaba dotado este gran creador de historias tan hilarantes
como profundas. "Tiempos modernos" es un filme que plasma de manera brillante
la modernidad de la Humanidad. Una modernidad vinculada firmemente al
"taylorismo" y a la precariedad laboral a la que aboca
irremediablemente el capitalismo cuando se le deja funcionar por sí solo.
"Tiempos modernos" nos
sumerge en el desconcierto y la inestabilidad vital que invade a los
trabajadores en un período donde los derechos sociales y laborales son más
formales que reales. El trabajo es alienante en el capitalismo, ya que se
ajusta a las rígidas exigencias de la productividad y la maximización de los
beneficios. Se concibe al ser humano como una mera máquina, como un robot, como
un ser que no es ser, que únicamente obra con un automatismo y una pasividad acrítica que acaban por transformarle en títere de los patrones y, por ende, de
los intereses pecuniarios.
En "Tiempos modernos" Charlot sufre
esta alteración. Se siente perdido, sin rumbo, pues su trabajo le aliena
llegando a cubrir su vida de una pesadumbre continua. Actúa por inercia, sin
hacer uso de la razón. Es una máquina más. Sin embargo, la crítica de Chaplin
va más allá de la alienación. Se extiende hacia otra de las consecuencias más
letales del capitalismo como es el desempleo. El capitalismo no sólo nos
aliena, sino que también se esfuerza en humillar a quienes menos tienen, a
quienes no gozan de los bienes necesarios para vivir con dignidad. No se
preocupa por la creación de empleo, por lo que resulta inevitable abandonar en
la precariedad supina a un vasto sector de la sociedad. Estos seres
menesterosos son maltratados por el sistema hasta el punto de que,
desempleados, deben consumir su tiempo buscando con avidez cualquier tipo de
trabajo, independientemente de que sepan realizarlo correctamente. Simplemente
sobran.
Los desempleados, que tantos
millones hay hoy en día en España, se ven obligados, como Charlot, a rebajarse
a los ofrecimientos que encuentren, por muy ridículos y repudiables que sean.
Necesitan sobrevivir como sea, que es la condición primera para poder vivir
(aunque no para vivir dignamente). El círculo vicioso, que el capitalismo
considera virtuoso, consiste en conseguir que quienes menos tengan, pasen
paralelamente a exigir menos, de modo que su calidad de vida disminuye de
manera empicada. Se juega con la vida de las personas. El capitalismo no se
conforma con que se hallen en la miseria, sino que se esfuerza por empujarles
constantemente hacia abajo. Cuando menos tengan, menos pedirán; con más poco se
conformarán. Cuando menos pidan, más manipulables serán. Por lo que resultará
menos laborioso mantener este círculo vicioso. Y quienes más tengan,
incrementarán al mismo tiempo su riqueza.
Trabajar en esta atmósfera de
capitalismo extremo constituye una forma de vida equiparable a encontrarse
perdido en la desnudez de la intemperie. Por eso Charlot se aterroriza cuando le libran
de la cárcel, no quiere salir, ya que éste es el único lugar donde se ve
alejado de verdad del virus capitalista. En tiempos confusos e injustos la
cárcel es, en la mayor de las ocasiones, el lugar más digno donde pueden
permanecer las personas justas y decentes. Lo que no deja de ser paradójico.
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