2013 languidece al mismo tiempo que
exige las inevitables y comunes despedidas que se les profesan a los años
cuando llegan a su fin. Aunque siempre intento ver el vaso medio lleno, me
cuesta despedir al 2013 con recuerdos alegres y alentadores, pues es durante
este año cuando más he descubierto la miseria democrática en la que estamos inmersos
todos los españoles. Creo que deviene necesario para el año que empieza a
asomarse una transformación notable de nuestra política, porque, de no darse
ésta, el panorama continuará siendo igual de desesperanzador, o incluso peor.
No podemos conformarnos con la
política que en estos momentos predomina en nuestro país. Es una política de
mínimos, excluyente, poco participativa, cínica, aislada de la ciudadanía,
renuente al diálogo, mercantil, corrompida, carente de ética, amoral, inicua, antihumana,
devastadora y desaforadamente ruin. Es una política orientada a contentar a las
élites financieras y a las personas adineradas, en detrimento del ciudadano normal.
Es una política que únicamente concibe a las personas como mercancías, como
objetos de los que desean extraer beneficios económicos. Es una política que
satisface únicamente a los conformistas, a los antidemócratas, a los
aprovechados y poco comprometidos. Es una política antipolítica.
Para el 2014 pido una política
verdadera. Una política donde nuestra participación no se limite al voto que
arrojamos cada cuatro años. Una política ética, inclusiva, constructiva,
equitativa, transparente, justa, generosa y, sobre todo, humana. Para el 2014
pido una política del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, siguiendo la
brillante precisión con la que Lincoln describió la democracia en 1863. Una
política que desee extraer beneficio de nosotros, los ciudadanos. Pero no un
beneficio pecuniario, sino democrático. Una política construida a partir de las
aportaciones de cada uno de los ciudadanos, donde se cristalice de verdad un
pacto social. Una política donde se nos escuche, donde se nos atienda, donde se
nos obedezca. En fin, una política real. ¿Es tanto pedir?
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