Los españoles nos sentimos desde
hace mucho tiempo desorientados, desamparados, apenados e incluso timados por
la alarmante situación en la que se encuentra el país: 6.2 millones de
desempleados, más del 50% de la juventud sin trabajo, proliferación de
corruptelas, deshaucios, pobreza… No obstante, a pesar de la desesperanza
generalizada, existe una figura social que consigue unirnos a la mayoría de
ciudadanos, logrando que nos identifiquemos con él cada domingo que sale en
escena denunciando todas aquellas injusticias que tanto nos afectan a los españoles.
Me refiero, efectivamente, a Jordi Évole.
La labor social que está llevando
a cabo Évole durante esta interminable recesión económica es inestimable. Quien no hace mucho era conocido
jocosamente como el Follonero, se ha
erigido en el más fiel representante de la ciudadanía española. Así lo constata
la audiencia que cosecha cada domingo su programa, Salvados, llegando a sobrepasar los tres millones de espectadores
con bastante asiduidad, y teniendo una tirada enorme entre los jóvenes. El
programa de la Sexta suele
convertirse en trending topic durante
el momento de su emisión, por lo que Twitter
arde todas las noches del domingo, atestado de comentarios que comparten con
indignación las denuncias de Jordi Évole.
La imagen que ofrece el
periodista catalán llena el gran vacío que ha dejado en la sociedad la
degradación de la política del país. Frente a la sinvergonzonería, hipocresía,
inmoralidad y pasividad que caracterizan a nuestros actuales políticos, Évole
presenta una imagen honesta, incisiva, cautivadora y, sobre todo, comprometida
con la ciudadanía. Cada programa de Salvados
consiste en una intensiva búsqueda de la verdad, con la que pretende señalarnos
las flaquezas de nuestra democracia, con el fin de que mantengamos los ojos
abiertos y nos concienciemos de los problemas que nos rodean. Puesto que el
funcionamiento de una buena democracia necesita de la participación de los
ciudadanos. Y, para que esta aportación sea fructífera y beneficiosa, la
ciudadanía debe tener un conocimiento nítido de la realidad. Como los políticos
se las ingenian para ocultárnosla, nos vemos obligados, pues, a aferrarnos a
Évole y a su Salvados como método de
supervivencia.
Este aluvión incesante de
reconocimientos y alabanzas hacia Évole coincide con una situación histórica en
la que los personajes más representativos de la sociedad española carecen de carisma
y de admiración pública. Rajoy y Rubalcaba, líderes de los dos partidos más
importantes del país, no transmiten al pueblo ninguna imagen de esperanza o
cercanía, sino más bien de obsolescencia y rechazo. Y qué decir de la
monarquía… Difílmente vaya a poder ésta recuperar el prestigio que obtuvo
durante La Transición si el rey continúa empeñándose en no abdicar. Por el
contrario, Jordi Évole nos resulta familiar. Nos identificamos con él, puesto
que comparte nuestros intereses y, asimismo, lucha denodadamente por ellos. Lo
concebimos como uno de los nuestros. Sólo basta con observar cómo se anticipa a
nosotros en sus entrevistas, formulando siempre esa pregunta incómoda y
descarada que resulta tan antipática para el entrevistado y que, sin embargo,
tanto anhelamos los ciudadanos. Esa sensación de complacencia no tiene precio.
Salvados es, por tanto, una de las pocas satisfacciones de las que
puede disfrutar hoy en día la ciudadanía. Es una muestra del esfuerzo que se
necesita para renovar una democracia que flojea demasiado. Un ejemplo flagrante
de compromismo social y de empatía con el débil. Salvados es la voz clamorosa del pueblo.
Este periodismo hace más por la democracia que 350 diputados con disciplina de voto. Ole Jordi. Un Salvados sobre Roures y como traicionó a los trabajadores de Público ya sería para beatificarte
ResponderEliminarIñaki gabilondo no le llega a este señor ni a la suela del zapato.
ResponderEliminarIñaki y Evole son 2 formas distintas de hacer periodismo. Las dos de gran calidad. Gracias a internet puedo ver Salvados pues vivo muy lejos de España.
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