En los últimos meses he estado
escuchando con demasiada frecuencia declaraciones optimistas de los dirigentes
de nuestro gobierno, resaltando sus hercúleos esfuerzos por reactivar la
economía de nuestro país, aunque para ello, como reconocen en ese espeluznante
y esperpéntico vídeo preelectoral, hayan tenido que aplicar medidas gravosas
para numerosas familias. En este vídeo, Floriano tiene la valentía de indicar cuál
ha sido el gran fallo del Partido Popular en su legislatura: “Ha faltado darle
un poco de piel a cada cifra positiva”. Sensación compartida estrechamente por
Cospedal y Rajoy: “Seguro, eso seguro”. El problema, en efecto, es ese, que no
han celebrado suficientemente sus logros económicos, no que hayan dejado a un
país en la miseria social. La responsabilidad no es suya, por supuesto, sino
que se debe en gran parte a la causa que alumbra González Pons en el susodicho
vídeo: “Ahora es mucho más difícil hacer política”. ¡Bravo! Y, por si no fuera ya
lo suficientemente insufrible el vídeo, acaban con un eslogan risible: “Aún
queda mucho por hacer”.
No puedo entender cómo estos
dirigentes nuestros pueden tener tan poca decencia. La verdad es que empieza a
ser insultante, no sólo que no asuman responsabilidades, sino que además
intenten vender la moto con que apenas han podido hacer nada en los cuatro años
de legislatura y que, por lo tanto, “aún queda mucho por hacer”. Se trata de un
discurso totalmente falso, por desgracia, han hecho mucho en menos de cuatro
años, de hecho, es difícil llevar a cabo un número de medidas atroces mayor que
el de las tomadas por el Partido Popular. “Aún queda mucho por hacer”, se
atreven a decir. Yo les contestaría que poco más pueden hacer, pues es difícil
que puedan aplicarse medidas dotadas de mayor violencia y eficacia a la hora de
liquidar un país que las abanderadas por el Partido Popular en los últimos
años. Que no nos mientan, por favor, lo repito: han hecho mucho. Y detrás de
cada medida adoptada subyace una ideología que no tiene nada que ver con la
afabilidad y el compromiso social que manifiestan sus dirigentes en el patético
vídeo preelectoral.
Resulta realmente ardua la tarea
de enumerar las medidas destructivas del Partido Popular, por eso intentaré
centrarme en las más vergonzosas. Nuestro Presidente del Gobierno, el que asiste
en Francia a una multitudinaria manifestación a favor de la libertad de
expresión, dirige un gobierno que es capaz de aprobar un anteproyecto para la
nueva Ley de Seguridad Ciudadana más propio de un régimen dictatorial que de
una democracia, donde se penaliza la grabación y difusión de imágenes de
policías en el arbitrario supuesto de “que supongan mofa para ellos o algún
riesgo para la seguridad”. Un anteproyecto de ley que defiende el uso de
empresas de seguridad privada para controlar la protesta social, con el daño
evidente que ello causaría a la soberanía del Estado. Y donde se sancionan las
coacciones, injurias y calumnias a los agentes de las Fuerzas de Seguridad, de
igual modo tanto si se producen cuando estos se encuentran en el ejercicio de
sus funciones como si no.
Este mismo gobierno, que
supuestamente ha hecho poco, ha aprobado una ley educativa (la LOMCE)
totalmente sesgada, revestida de un enorme contenido ideológico como se observa
en las consecuencias de su aplicación: engrosa notablemente el papel de
asignaturas como economía, al mismo tiempo que reduce a un papel secundario a
todas las asignaturas ligadas con la educación cívica: ya no se impartirán ni
ética ni educación para la ciudadanía, a cambio se enseñará una asignatura
nueva, Valores Éticos, eso sí, limitada a las personas que no cursen la asignatura
de religión (increíble este razonamiento, poder considerar que quienes reciben
una educación religiosa no necesitan, como el resto de personas, una educación
cívica). Se refuerza asimismo la religión contabilizándola en la ESO a la hora
de realizar la nota media. Por el contrario, la asignatura de filosofía, troncal
en el bachillerato para la anterior ley, se ve también notablemente perjudicada
por la LOMCE. Su papel se reduce drásticamente, privándola de su condición de
troncal en segundo de bachillerato. No puede negarse la carga ideológica presente
en todos los cambios propiciados por esta nueva ley educativa. Es evidente que
este gobierno está deseoso de crear una ciudadanía apática y pasiva. Quiere
construir ciudadanos acríticos, que no pongan en cuestionamiento sus medidas.
Suena todo muy orwelliano, pero es que, desgraciadamente, así es el gobierno
del Partido Popular.
Por último, han encabezado una
reforma laboral totalmente dañina para los trabajadores, cuyos derechos se ven
gravemente cercenados y atacados por una reforma regida por los principios del
neoliberalismo más agresivo. Esta reforma promueve el despido fácil, libre y
barato. Presume que los despidos son a priori procedentes, estableciendo que
sea el trabajador quien demuestre que el despido no se fundamenta en una causa
justificada. Estipula que empresas sin pérdidas puedan deshacerse libremente de
sus trabajadores alegando simplemente bajadas en las ventas o beneficios
durante tres meses consecutivos. Es una reforma laboral hecha a la medida de
Merkel y sus acólitos y que sigue la línea económica de una Unión Europea
contaminada por un capitalismo ilimitado y financiero que está ahogando la soberanía
de los Estados y la dignidad de los ciudadanos.
Por muchas medallitas que se
cuelgue el Partido Popular por la reciente reducción del desempleo y por esos
brotes verdes que es capaz de avistar hasta en los lugares más empantanados, el
gobierno de Mariano Rajoy ha atacado indiscriminadamente las condiciones de los
trabajadores. El paro puede seguir
descendiendo, pero el problema ya no es ese. El problema es que el Partido
Popular ha creado una nueva cultura laboral que abraza intrínsecamente la
precariedad y la miseria social, que únicamente inaugura “carreras a la baja”,
donde solamente vencen aquellos trabajadores desesperados que se ven obligados
a vender su dignidad. Y donde los empresarios están facultados para actuar a
sus anchas, sin tener que respetar un mínimo de derechos que los trabajadores
poseen y que el gobierno del Partido Popular no les reconoce.
“Aún queda mucho por hacer”, se
atreven a decir. Que no nos vendan la moto: han hecho ya demasiado y por eso es
hora de que se marchen. No puedo ni imaginarme los destrozos que podría
acumular el Partido Popular en cuatro años más de gobierno, de verdad, carezco
de la imaginación necesaria como para que se me ocurran mayores atrocidades
posibles que las pergeñadas por el gobierno de Mariano Rajoy en los últimos
cuatro años. Y es necesario que no las olvidemos, que no coloquemos un velo por
encima de todo lo sufrido en estos años. Porque el recuerdo lleva al
aprendizaje, mientras que el olvido, en ocasiones, no lleva sino a una
indulgencia injustificada y perniciosa. Y justamente eso es lo que debemos
evitar para no volver a tener que sufrir otros gobiernos como el de Rajoy y
para que no se nos engañe con más cantos de sirena ni con más brotes verdes.
Debemos ser críticos y por eso no podemos aceptar que quienes tantos daños han infligido
a los ciudadanos eludan sus responsabilidades y finjan que aquí no ha pasado nada
malo.
De acuerdo con muchas cosas de las que dices. Pero has dicho poco: has olvidado la reclusión de la Cultura Clásica en la LOMCE, la pésima gestión del conflicto con Cataluña y la corrupción sistémica del PP.
ResponderEliminarSin embargo, después de una crítica tan destructiva, ¿no te parece necesaria una nueva construcción?
Encantado de leerte, César. Te recomiendo también mi blog: politologoenpotencia.blogspot.com
Luis
Gracias por dedicar un poco de tu tiempo en leerme :) Seguiré con mucho interés tu blog. Y sí, se podrían añadir tantos desastres al PP...
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