"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor". José Luis Sampedro

domingo, 25 de mayo de 2014

Somos aves migratorias

Toda la vida es un truco. A lo largo de nuestra existencia no dejamos de esmerarnos en construir edificios vitales con los que poder sostener la incertidumbre, la pesadez y la intriga sobre la aventura que vivimos. La vida en sí no tiene en absoluto sentido, deja a nuestra merced la decisión acerca de qué queremos buscar y de qué queremos vivir. Porque en sí, nuestra existencia no existe, debemos crearla cada uno de nosotros a partir de una esencia que dibujamos con nuestro corazón, con nuestras ganas de encontrar motivos por los que vivir en este mundo que tan inhóspito puede llegar a resultarnos.

La vida es de todo menos inamovible. Hasta el pasado se remueve en nuestra memoria en forma de melancolía y de nostalgia, recordándonos que estamos en una atracción que no cesa en ningún instante, que, cuando menos se lo espera uno, puede dejarle abandonado en la impotencia del pasado, de aquello que no puede volver a brillar ni a vivir, pero que, paradójicamente, podemos mantener con luz en nuestra existencia en forma de recuerdo. Recuerdos positivos, que nos ayudan a desatarnos de la sordidez existencial y que nos impulsan hacia el futuro gracias a que nos conservan en el presente. Todo son trucos, pues la vida, sin que nada mediara entre ella y nosotros, carecería de alicientes. Carecería de atractivo.


Por eso, somos aves que migramos constantemente hacia nuevas vivencias y hacia nuevas experiencias que exigen una adaptación veloz y convincente para que podamos seguir suspendidos en el aire y la luz de la vida. Somos aves que nos agarramos a nuestro vuelo, a nuestro continuo movimiento. Aves que avanzamos gracias a unas alas que no dejan de funcionar, actuando como trucos que nos hacen creer en que el futuro es siempre el lugar al que debemos aterrizar.

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