El bipartidismo sufrió ayer un
golpe muy duro que ilusiona, entusiasma y llena de esperanza. Han hecho falta
casi cuarenta años de democracia para atacar con contundencia al orden político
imperante en las últimas décadas. Un orden basado en la bifurcación de la
política en dos únicos partidos que han incurrido, como constatan los resultados
de ayer (y las percepciones de la ciudadanía desde hace bastante tiempo), en un
anquilosamiento supino, así como en una ineptitud exasperada en la canalización
de las demandas sociales. Ambas fuerzas políticas, que habían presumido de
alcanzar conjuntamente un 80% de los votos en las últimas elecciones europeas
de 2009, han visto notoriamente mermados sus resultados en el plebiscito que
ayer constituían las elecciones para el Parlamento Europeo. Por primera vez, no
lograron ni siquiera obtener el 50% de los votos.
La ciudadanía castigó severamente
a los dos partidos que han claudicado ante las presiones financieras y
económicas en sus recientes mandatos. Partidos que han sido absorbidos por
políticas del austericidio, políticas contra la sociedad, especialmente contra
los más débiles. Que han conducido a España a la segunda posición en lo
referente a la pobreza infantil. Que han convertido a España en un país donde
trabajar ha sobrevenido insuficiente para salir de la pobreza: un 12% de
españoles trabajan sin lograr con ello escapar de ella. Donde la sanidad y la
educación han padecido ataques ponzoñosos y letales. Un país donde las clases
políticas han fertilizado los campos de la indignación y el inconformismo a
base de decisiones y actuaciones encaminadas a perpetuarles en la posición
privilegiada y llevadas a cabo a costa de la resiliencia y el sufrimiento de los
más débiles.
La ciudadanía mostró claramente ayer
su deseo por sepultar el bipartidismo y por anclar de nuevo la política a su
terreno originario, que no es otro que el de los ciudadanos. Se confirmó la aparición
de una nueva era en la política española dimanante de los movimientos sociales
que han brotado con la crisis y que reivindican un sistema más democrático y
más social, donde uno pueda ejercer plenamente su condición de ciudadano
participando activamente en las decisiones que nos conciernen a todos y que,
por haberlas delegado en representantes indecentes, han sido distorsionadas y
desviadas de su legítimo fin.
Los ciudadanos, además, han
optado mayoritariamente por el camino que ofrece una izquierda que se aleja apresuradamente
del PSOE y que abandera una regeneración del sistema acorde con las demandas
sociales de ciudadanos que han descubierto que, para ejercer su ciudadanía,
necesitan previamente desempeñar la condición de ser humano que les es
arrancada por las mortíferas políticas de austeridad. Pues uno se ve imposibilitado de desarrollar
el ejercicio de la ciudadanía en situaciones de miseria donde la totalidad de
las preocupaciones son consumidas por el deseo de supervivencia. Por esta
razón, el viraje a la izquierda es necesario.
La política, merced a los
resultados de ayer, parece ser vista de nuevo como una herramienta al servicio
de los ciudadanos y no como un arma aniquiladora de esperanzas humanas. Los
ciudadanos vuelven a concebir la política como un bien propio que solo puede
preservarse con dedicación, compromiso y esfuerzo. Asistimos a un escenario
donde la responsabilidad e implicación de cada ciudadano serán imprescindibles
para impedir una nueva usurpación de nuestra política. Ayer se dijo basta. A
partir de hoy, toca avanzar más allá y tomar cada uno de nosotros nuestra
ciudadanía no sólo como un derecho, sino también como un deber. El futuro es nuestro. El cambio es posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario