No sé si os pasará a vosotros, pero a veces veo a
mis amigos detrás de la gente a la que acabo de conocer. Me pasa sobre todo
cuando empiezo una etapa nueva fuera de casa, bien sea en Madrid, en Canterbury
o en cualquier otra ciudad. Recuerdo, cuando empecé el máster en Madrid, que Ali
me recordó enseguida a Oni, mi amiga del Erasmus. Al mismo tiempo, en el
Erasmus, cuando conocí a Lucas, pensé rápidamente en Rubén, mi amigo de la uni.
Tres años después, en el máster de Madrid, Fran me recordaría tanto a Lucas
como a Rubén. Ahora, en Oxford, vuelvo a ver a mis amigos por todos lados.
Edgar, por ejemplo, me recuerda a Guille y Ashley a Oni. He descubierto que mis
amigos son un atajo para hacer nuevos amigos. Cuando veo cualquier atisbo de
ellos en la gente a la que acabo de conocer, inmediatamente me entusiasmo y
recorto varios de los escalones que hay que subir normalmente para llegar a una
nueva amistad. Pero estas nuevas amistades, por mucho que sean anticipadas, no son
premeditadas. El camino hacia la amistad es siempre un camino caótico, sin ninguna
ruta fija. Es imposible saber qué va a salir del encuentro con una persona
desconocida.
Lo que está claro es que nunca nos saturamos de la
buena amistad. Siempre queremos más nociones de nuestros amigos. La amistad resuena
en todos los rincones del mundo. Es la ley de la gravedad del universo interior
de cada uno. Nos sostiene en pie cuando estamos a punto de tirar la toalla y de
pegárnosla. Nos eleva cuando hacemos cualquier cosa bien y nos da algo de
vértigo el sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Y nos sacude y nos mantiene
con vida cada día con bromas internas, vaciladas consentidas, conversaciones
superficiales, conversaciones densas, borracheras tontas, miradas cómplices, anécdotas
repetidas hasta la saciedad, abrazos cálidos y recuerdos compartidos cubiertos
del cariño más puro.
A mí me encanta pasar rato con mis amigos, pero
creo que me gusta lo mismo (incluso a veces más) ver a mis amigos pasar tiempo
juntos. Pocas cosas me aportan más tranquilidad y alegría que el observar a dos
personas a las que quiero contarse algo, escucharse con atención, hacerse
bromas, reírse, fundirse en un abrazo, darse un beso fuerte en la mejilla. Observar
a dos personas a las que quiero queriéndose. ¿Qué le voy a hacer? Me encanta
ver a mis amigos, sea conmigo, con otros amigos o proyectados en un
desconocido.
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