Aroma era un país que desprendía frescura, dulzura, dignidad
y humanidad. Quienes en aquellos tiempos vivieron, aseguran que jamás logró el
ser humano purificar su especie con una construcción más bella que aquélla. Fue
froto de pingües luchas y compromisos. De derramamientos continuos de sudor y
de esfuerzo. De amor incondicional a la vida y a los seres componentes de ella.
Quienes habitaron esa tierra, no logran deshacerse de los vestigios hermosos de
aquellos tiempos de pacifismo humano.
Aroma, para aquellos que desconozcan su historia, fue el
país donde reinó temporalmente el sentimiento más noble de humanidad que jamás
haya experimentado el ser humano. Allí habitaban personas entusiasmadas con la
vida y con la naturaleza, con la especie humana y con los animales. Quién
pudiera hoy hablarnos de semejante realidad. Quién pudiera hoy resguardarse en
un lugar que igualara a Aroma.
Si la paz presidía Aroma era a causa de la política
implantada por unos jóvenes que batallaron lo indecible por forjar una sociedad
con un mínimo de justicia y de igualdad. Eran jóvenes entusiastas y ávidos de
cambio que impulsaron un proyecto que franqueó numerosos obstáculos desde que
echara a rodar. La oposición que sufrió fue inmensa, debido en gran parte al
terror que causaba este tornado de humanidad en aquellas personas innobles y
egoístas que parecen querer dominar todos los períodos de la historia. Acólitos
de la injusticia y de la sinvergonzonería que no se ocupan sino de reproducirse
interminablemente hasta cubrir las esferas del poder desde donde se sacrifica a
aquellos seres insignificantes y míseros que resultan incompatibles con sus
ilimitadas ambiciones.
Los jóvenes de aquel territorio que era hostil a los seres
humanos más débiles, se rebelaron y arrancaron de las raíces del poder a los
dictadores políticos, sociales y religiosos que dominaban un país que por aquel
entonces se denominaba Rivera. Soñadores de la justicia social encabezaron un
movimiento que aglutinó a personas de todas las clases y edades. Señores mayores,
revitalizados con la idea del cambio, fueron expulsados de su decrepitud y
devueltos de nuevo a las calles para guiar la revolución. Ningún habitante
digno del territorio riveriano eludió la responsabilidad que exigía la nueva
batalla.
Dolores formaba en aquellos tiempos parte del grupo de señoras
mayores díscolas e inconformistas. De hecho, se dice que fue ella el personaje
más determinante de aquella rebelión. Estimulada por la energía que en su cuerpo
clavaban las esperanzas juveniles, lideró el movimiento social, hasta el punto
de que, bien finalizado el conflicto, fue ella quien devino en la Presidenta de
Aroma, el nuevo país que surgió del encomiable esfuerzo ciudadano.
Era Dolores una señora seria, sensata y altamente
inteligente a cuyas palabras sucedía siempre un silencio profundo entre quienes
la rodeaban, ansiosos de escuchar la suave voz que emanaba de una boca
realmente hermosa circunscrita por unos labios de increíble finura. Detentora
de un rostro plagado de pequeñas y sucesivas pecas, que atribuían a su dueña
una imperecedera juventud que chocaba imperiosamente con su avanzada edad.
Componía su imponente figura un cuerpo esbelto generador de gestos cargados de
mesura y elegancia que con presteza hacían a uno advertir la enorme personalidad
de quien ante él se hallaba. En Aroma, nadie olvida el discurso con el que
inauguró la nueva etapa del país. O mejor dicho, el discurso que inauguraba el
nuevo país. Decía:
“Queridos compañeros, ya estamos aquí. Hemos alcanzado la
meta que nuestros sueños trazaron hace mucho tiempo. Soñábamos nosotros con
expulsar de nuestro país a los seres humanos más inhumanos. A las personas
indignas que nos sometieron durante años a un trato vejatorio y oprobioso.
Soñábamos nosotros con sentir el aliento de nuestros iguales a nuestro lado
luchando por la misma causa. Luchando por el sentimiento humano y por la
verdadera paz. Que no se equivoquen, no hemos llegado a través de la violencia.
Es justamente de la violencia de la que hemos escapado. Soñábamos nosotros con unir
nuestras fuerzas con el fin de mostrar al mundo entero que el pueblo es
imparable cuando coopera y se coordina. Cuando empatiza y concibe a cada ser
humano como el elemento más digno y grandioso del Universo. Cuando aprecia el
aire puro de una naturaleza que precisa nuestro auxilio. Soñábamos nosotros con
deshacernos de las ataduras impuestas por las miras estrechas y egoístas de
quienes dominaron este país demasiado tiempo. Soñábamos nosotros con que
llegara el día donde los ciudadanos pudieran situarse al frente de sus vidas.
Donde la política fuera anclada de nuevo a su lugar originario, que no es otro
que el de los ciudadanos. Donde pudiéramos de verdad potenciar nuestras
facultades humanas. Hoy ha llegado ese día. Ya estamos aquí. Y nadie va a poder
frenar nuestro impulso. Bienvenidos compañeros, a la vida. Bienvenidos
compañeros, al verdadero mundo.”
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