¿Cómo reaccionarían ustedes si se enteraran de que existen, hoy en día, grandes atisbos de sistema dictatorial en un pueblo español? Pese a la evidente degradación política del país, sonaría a imaginativo y ficticio. Sólo nos faltaba que, después de las incombustibles luchas, tanto colectivas como individuales, que tuvieron lugar durante la época franquista con el fin de conocer la democracia, todavía persistieran en España territorios abocados a la ausencia de libertad. Supongo que la mayoría de ustedes, cargados de esperanza, compartirán esta percepción positiva: es imposible que esta agresión a la democracia pueda suceder en pleno siglo XXI. Lamento decirles que, si piensan así, son unos ilusos, como lo era yo hasta que conocí todo lo que se cocía en la Nucía.
La Nucía es un pueblo enclavado en las proximidades de la
costa del Mediterráneo por la zona de Benidorm. Es un entrañable lugar que
cuenta con casi veinte mil habitantes. Su población comenzó a experimentar un
pronunciado crecimiento a partir del boom
inmobiliario, construyéndose numerosas urbanizaciones en los alrededores
del pueblo, destinadas en gran parte a acoger a los residentes extranjeros, que se
multiplicaban anualmente a una velocidad vertiginosa.
Desde que Bernabé Cano llegara a la alcaldía de La Nucía en 2003,
este pueblo no ha hecho sino encauzarse en un camino aderezado con fastuosidad
y suntuosidad cuyo destino ha sido saciar la incalculable codicia y
megalomanía del alcalde del Partido Popular. La Nucía, de repente, se trocó en
el pueblo más maravilloso de toda España (éste fue, quizá, el propósito de
Cano): acogía a los grandes cantantes del momento, que realizaban conciertos
financiados por las arcas públicas, se construía un llamativo auditorio de
música, se erigían fuentes majestuosas en las entradas del pueblo para llamar,
ya de primeras, la atención de los visitantes... La Nucía seguía religiosamente
los pasos de Valencia capital: gastar inconscientemente el dinero y, como
consecuencia, endeudarse hasta las botas. Todo con tal de dotar a este pueblo
de un aura de magnificencia y exclusividad que le distinguiera del resto de
lugares de la Comunidad Valenciana.
Una vez situados, podemos adentrarnos de nuevo en la
cuestión inicial. En los pueblos, como ustedes bien sabrán, las noticias vuelan
y la rumorología abunda. Desde hace un tiempo, a mi oído empezó a llegar una
gran cantidad de chismorreos sobre la situación de La Nucía. Se contaba que
Bernabé Cano se había convertido en una figura casi intocable, y no únicamente
porque triunfara con mayoría absoluta en las elecciones y prolongara así su
mandato, sino porque perpetuaba la estabilidad política de su partido y de su
persona mediante métodos coercitivos. Yo no daba crédito ante tales rumores. La
Nucía ha sido siempre muy familiar para mí, dado que se encuentra al lado de mi
pueblo, así que me propuse realizar una visita con el fin de corroborar si todo
aquello que se comentaba era cierto.
Era una tórrida mañana veraniega cuando, custodiado por mi
hermano, que iba provisto de una libretita con la que anotar toda la
información-no fuera a ser que se nos pasara ninguna barbarie por alto-, me
adentré en el casco antiguo del pueblo. No hube de esperar para que mis
augurios se cumpliesen, pues, a las primeras de cambio, experimenté en primera
persona cómo una señora mayor, regente de una tienda cuyo nombre no pienso
revelar, se negó a hablar conmigo sobre todo lo que acontecía en la Nucía. Este
estupefaciente rechazo me dejó sin palabras. A la señora se le notaba tensa, tenía
miedo a hablar (sí, han leído bien, miedo
a hablar). Intenté persuadirla de que hablara, pero fue en vano. Le argumentaba
que no había ningún motivo por el que temer, pues me comprometía a mantener su
anonimato, además, le hacía ver cuán alarmante era su postura. Ella no cedió, argüía,
con no mucha afabilidad, que podían tomar represalias y consecuentemente cerrar
su comercio si ella me confesaba su descontento con Bernabé Cano. Yo no daba
crédito, seguía esforzándome por convencerla de que ninguna represalia podía
afectarle a ella, en la medida en que iba a mantener su anonimato. Además, sus
palabras tampoco iban a poder acarrear represalias en mi contra, en tanto que
no habito en la Nucía. Mi denuedo fue en balde. Abandoné su comercio sin
recoger ninguna declaración suya. Me dejó realmente tocado observar cómo la
coacción de la que había oído hablar parecía no tratarse, por desgracia, de una
ficción. Estaba ante una realidad tan desconcertante como preocupante.
El comienzo de mi papel detectivesco no fue, como ven, muy halagüeño.
Sin embargo, me armé de valor y especialmente de paciencia para poder reanudar
el programa interrogatorio que había planificado. Con esta energía renovada me
presenté –con la inestimable compañía de mi hermano, qué difícil de soportar
habría sido este calvario si no- en un nuevo comercio. Esta vez, por suerte, la
persona al cargo del negocio colaboró activamente proporcionándonos información
abundante. De entre ésta, yo destacaría, por encima de todo, la alusiva a su
vida personal, pues resultó sumamente desalentador escuchar cómo una persona
que ha vivido toda su vida en la Nucía, declaraba abiertamente su deseo de
abandonar el pueblo. “Si me lo pudiera permitir económicamente, no dudaba ni un
minuto en irme”, con esa frialdad me hablaba. “Esto es una dictadura, no existe
aquí la libertad”, añadía por si aún no había quedado claro la causa de su
descontento.
Proseguí en mi ruta por el pueblo, topándome con tres
personas más que se ofrecieron a hablar y que me proporcionaron una cantidad de
datos más que suficientes como para poder afirmar que en la Nucía se vive con
un miedo y una injusticia propios de las dictaduras. Me comentaba un habitante
que por la calle hay que ir con mucho cuidado, vigilando siempre alrededor,
pues la madre del alcalde parece ser que se dedica a deambular por el pueblo en busca de
disidentes con el fin de revelar la identidad de estos “desertores” a su
estimadísimo hijo. Yo ya empezaba a pensar que me había introducido en una
historia novelesca, que me había introducido sin querer, cual Don Quijote, en el
1984 de Orwell. Sinceramente, habría
preferido conocer al Gran Hermano,
antes que continuar con ese calvario interminable.
Las supuestas atrocidades democráticas protagonizadas por Bernabé Cano
me las narraban ahora otros dos vecinos. Uno de ellos me contaba con una
indignación implacable que se había mandado derrumbar un edificio perteneciente
a un concejal de CDL (http://www.diarioinformacion.com/benidorm/2013/07/12/alcalde-nucia-ejecuta-derribo-obra/1394923.html),
un partido de la oposición. Las denuncias de este vecino no terminaban ahí: la mayoría
de consejeros del alcalde están imputados, como el propio alcalde, que parece haber
participado en la trama Gürtel (http://www.youtube.com/watch?v=epXJG6qM4RA);
se intenta manipular hasta la prensa, pues en una ocasión en la que aparecía
Bernabé Cano en un reportaje de la revista Interviú (http://www.interviu.es/reportajes/articulos/asalto-a-la-nucia),
siendo acusado de corromperse, el alcalde mandó a sus ayudantes comprar todas
las ediciones de esta revista de los quioscos del pueblo y de los alrededores
para así evitar que la información llegara a los habitantes; Cano afirmó que no
conocía a Correa, cuando más tarde se evidenció lo contrario. En fin, un cúmulo
de sinvergonzonerías que, en caso de ser ciertas, arrastran a la Nucía a una menesterosidad democrática
indigna.
Con un desasosiego casi insostenible, me planté ante el
último vecino, que agravó aún más mi desesperanza al indicarme que la
estrategia de Cano no consiste sino en dividir al pueblo. “Estás conmigo, o
contra mí”. Este lema, como nos cuenta el vecino, no beneficia en absoluto a la
Nucía, pues esta escisión genera un ambiente carente de armonía que dificulta
la convivencia entre los habitantes. Asimismo, el alcalde supuestamente se sirve de unas
artimañas ilícitas y de un populismo abominable para fortalecer su poder dentro
del pueblo, como bien me muestra este vecino cuando me enseña un vídeo donde el
alcalde en un pleno alienta al público a increpar a la oposición (http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/06/13/valencia/1371144423_883041.html).
Aunque aún disponía de tiempo para continuar mi humilde
actividad periodística, decidí ponerle fin, habida cuenta de la extenuación que
me habían producido esas vergonzosas prácticas antidemocráticas que pudieran estar llevándose
a cabo en pleno siglo XXI. Mi cuerpo no podía soportar ya más esas atrocidades que
se está consintiendo que se cometan en la Nucía.
No es digno de un país que abraza la democracia, como España, que cuente entre sus territorios con uno donde se propugnan unas prácticas políticas que atentan contra la libertad de los ciudadanos. No podemos en absoluto tolerar que este virus antidemocrático siga reproduciéndose sin control. Debemos, por lo tanto, rebelarnos públicamente y manifestar nuestra reprobación hacia estas prácticas tan perniciosas para la sociedad. El pueblo de la Nucía debe unir fuerzas y despojarse de ese miedo que le invade. El pueblo de la Nucía debe rebelarse públicamente ante esos gobernantes que restringen su libertad. Motivos sustancialmente menores estimularon hace más de dos años a los indignados a salir a la Plaza del Sol y constituir el movimiento conocido como el 15-M. ¿A qué esperan los indignados de la Nucía? ¿De ser cierto, cómo puede tolerarse algo tan intolerable como un sistema sin libertad en España en pleno siglo XXI? “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”, Albert Einstein.
No es digno de un país que abraza la democracia, como España, que cuente entre sus territorios con uno donde se propugnan unas prácticas políticas que atentan contra la libertad de los ciudadanos. No podemos en absoluto tolerar que este virus antidemocrático siga reproduciéndose sin control. Debemos, por lo tanto, rebelarnos públicamente y manifestar nuestra reprobación hacia estas prácticas tan perniciosas para la sociedad. El pueblo de la Nucía debe unir fuerzas y despojarse de ese miedo que le invade. El pueblo de la Nucía debe rebelarse públicamente ante esos gobernantes que restringen su libertad. Motivos sustancialmente menores estimularon hace más de dos años a los indignados a salir a la Plaza del Sol y constituir el movimiento conocido como el 15-M. ¿A qué esperan los indignados de la Nucía? ¿De ser cierto, cómo puede tolerarse algo tan intolerable como un sistema sin libertad en España en pleno siglo XXI? “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”, Albert Einstein.
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