Hoy he visto “Candilejas”, una muy buena película de
mi estimadísimo Charles Chaplin (es uno de los grandes genios: director, actor, guionista y compositor en este filme).
Calvero (Chaplin) evita
que Thereza, una joven que vive en el mismo hogar de acogida donde él habita,
se suicide intoxicándose a causa de una fuga de gas que ella misma ha planeado.
Como consecuencia, a Thereza se le priva de su habitación, por lo que Calvero, mucho
más mayor, la acoge en la suya, haciéndose pasar por su marido para impedir que
acusen a la joven de intento de suicidio. Durante los primeros días de su
estancia en los aposentos de Calvero, Thereza se muestra pesimista y depresiva
debido a la frustración y tristeza que su desgraciada existencia le genera. No
obstante, Calvero logra animarla y revitalizarla a través de grandes discursos
sobre la grandeza de la vida. Una vez estimulada, Thereza logra triunfar con su
oficio: el baile. Sin embargo, es ahora Calvero quien sufre ataques depresivos,
habiendo de recurrir ocasionalmente a la bebida. Su frustración procede de la
angustia que le produce el ocaso de su carrera como cómico, ya que desde hace
tiempo que desconoce cómo ingeniárselas para lograr entretener al público.
“Candilejas” me ha gustado
mucho, en especial lo inverosímil que se torna según va desarrollándose la historia.
En el inicio, parece la película más vitalista de Chaplin. Esos pasajes donde
Calvero reanima a Thereza lo son, de hecho. Sus peroratas sobre la vida son
realmente convincentes y cautivadoras. Me quedo con diferentes frases
memorables: “el mayor juguete del ser humano es su cabeza (ataque al
materialismo); “la muerte es inevitable, pero la vida también”; “nada tiene
tanta fuerza como la vida”. Sus palabras emocionan y motivan, hasta el punto de
lograr que Thereza olvide su paranoica depresión. Paralelamente, descubrimos
que esas peroratas de Calvero no van destinadas únicamente a la joven, sino que
es él mismo también el receptor de sus mensajes esperanzadores, pues su existencia,
como ya hemos comentado, no pasaba precisamente por su momento de máximo
esplendor. Su comportamiento no puede ser más humano, ¿pues cuántas veces
osamos proporcionar a los demás consejos que no somos capaces de aplicarnos a
nosotros mismos? Qué valientes somos al aconsejar y qué cobardes cuando nos
toca a nosotros luchar. Así que Thereza consigue deshacerse de las dolorosas cadenas
de la depresión gracias a los éxitos que empieza a cosechar como bailarina.
Calvero opta por abandonarla para así no transmitirle la negatividad de la cual
él, desgraciadamente, no ha podido escapar. Evita contaminarla.
Observamos, por tanto,
cómo la felicidad de los personajes de esta película emana en gran parte de la
satisfacción que les produce su trabajo. Una satisfacción que se ve sometida al
juicio del público, dado que el recibimiento de la concurrencia es la peor
pesadilla de los artistas, como comprobamos con Calvero. Esta enorme influencia
emocional del público también la apreciamos en el momento en el que
protagonista prescinde de éste, pues, pese a andar deambulado por las calles
exhibiendo sus ninguneados espectáculos, se siente feliz al no verse
abocado a la presión y al aniquilador juico del público. Qué importante es el
entorno para el artista, de él dependen tanto su éxito como su fracaso
El final de la película pasa a ser, en mi opinión, un poco más esperanzador. Calvero se arma de valor para retornar por última vez al escenario frente a una sale a rebosar de personas expectantes. Finalmente, el cómico sale victorioso del trance gracias a unos números desternillantes que provocan la risa en los espectadores.
Súbitamente, tras su
reencuentro con el éxito, Calvero fallece a causa de un ataque al corazón. Sin
embargo, llega al desenlace de su vida feliz, resonando aún en él los aplausos
del público y contemplando, maravillado, cómo Thereza, también feliz, deleita a
los presentes con la finura, el ritmo y la belleza de su baile. Por lo que
los dos personajes que aparecen presentados alicaídos y depresivos al comienzo
acaban por tornarse felices y esperanzadores. Calvero y Thereza se
retroalimentan, sacan lo mejor del otro respaldándose no sólo en el amor que
los une íntimamente, sino también en el amor que sienten ambos por sus
respectivos oficios y, por extensión, por la vida, esa gran fuerza que acabó
atrayéndoles.
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