Si nos paráramos a pensar en las
palabras que más empleamos a lo largo del día, seguro que entre éstas figuraría
la palabra “vida”. Ahora bien, ¿qué quiere decir? ¿Por qué constantemente
hacemos uso de este término tan complejo de definir? ¿Por qué nos topamos con
tanta gente que manifiesta tener una vida horrible? ¿Cómo podemos evaluar el
sentido de nuestra vida?
Efectivamente, el término “vida”
es un término del cual hacemos un uso masivo. A veces puede ir acompañado de un
adjetivo positivo; otras, de uno negativo. Sin embargo, lo que es incuestionable
acerca de este vocablo es qué tipo de palabra es. Se trata de un sustantivo abstracto. La vida no es una cosa
material, sino una idea o visión global y abstracta del tiempo que abarca
nuestra existencia en el mundo. La vida es una palabra que comprende todos los
sucesos que nos acaecen en un mundo al que hemos llegado de forma involuntaria
y azarosa, y del que sólo sabemos con certeza absoluta que lo abandonaremos,
tarde o temprano. En esta vida, por muy fuerte que suene, a lo único a lo que
estamos predestinados es a perecer. Por lo tanto, cuando nacemos, no estamos
predestinados a llevar un determinado tipo de vida. Somos principalmente
nosotros, también nuestro entorno en menor medida, los que orientamos nuestra
vida y decidimos qué sentido darle. En algunas ocasiones, el ambiente que nos
rodea puede influir en nuestra vida, tanto que, si es muy malo, nos conduce
inevitablemente a llevar una mala vida. Sin embargo, con voluntad, con amor por
vivir y con ganas, podemos enfrentarnos a cualquier obstáculo que nos presente
la vida. Por muchas desgracias que nos salpiquen, podemos ser capaces de
superarlas si nuestra perspectiva de la vida no la desviamos únicamente hacia
estas desgracias, sino que la mantenemos en un punto de vista neutral, desde el
cual podemos ver tanto las cosas negativas como las positivas.
No dejarnos llevar por las
desgracias o desánimos que nos plantea la vida no es un ejercicio simple, sino,
más bien, complejo y laborioso. Es muy sencillo caer rendido frente a las malas
situaciones que nos depara la vida. Nos dejamos llevar por ellas como si se
trataran de la propia vida. Es decir, si la vida acaba inexorablemente conduciéndonos
a la muerte, las desgracias consideramos que desembocan en otra situación “incontrolabe”
y fuera de nuestro alcance, como suele ser la depresión. Como consecuencia, sucumbimos ante ellas. Esta forma de afrontar
la vida supone una rendición equívoca frente a nuestra mente, emociones y
sentimientos. Ya que, mientras que el ser humano no es capaz de controlar los procesos
que tienen lugar en su propio organismo, sí que lo es para poder controlar en
gran parte sus pensamientos, emociones y sentimientos.
Por lo tanto, para evitar
depresiones o pensamientos tales como “mi vida es una basura”, hemos de
intentar mantenernos en un punto de vista neutral acerca de nuestra realidad. Esto
nos permite ser conscientes tanto de las cosas negativas que nos rodean, como
de las positivas; y, por consiguiente, controlar mejor nuestros sentimientos y
emociones para ser capaces de orientarlos y dominarlos. Si fuera tan sencillo
llevarlo a la práctica…