Y te preguntas cómo pudo ser lo que dejó de ser.
Cómo pudo quemar lo que ya no es ni capaz de
enfriar.
Dónde se quedaron los anhelos de espera,
las llamadas repentinas, la duermevela.
Quién podrá cantar nunca nuestros desencuentros.
Quién podrá cantar nunca nuestros besos.
Quién podrá cantar nunca nuestros pesares.
Quién podrá cantar nunca nuestras canciones.
Nadie lo vio,
pero es evidente que existió.
Hay un subsuelo formado con los túneles
por los que viajábamos y nos amábamos
y en los que resuenan hoy, distorsionadas,
las risas de antaño.
Sé que es malo guardar resentimiento a alguien,
pero ¿acaso es peor que haberlo amado?
¿Acaso es peor que haberlo abrazado,
que haberlo obsequiado con cada porción de
mi alma y de mi cuerpo?
Desgarra más el amor que el odio
porque el amor que desgarra se torna
rápidamente en odio.
Y ahora, ¿a quién le paso las facturas
de todas las ilusiones perdidas,
las dietas de cada viaje que emprendí
a un lugar que ha dejado de existir?