Sé que soy porque he sido y porque sigo siendo, pero ignoro
en qué momento dejaré de ser. Ignoro en qué momento mi vida quedará reducida a
cenizas que serán sacudidas por el viento del tiempo. No sé cuándo dejaré de
ser, pero sé que estoy condenado a no ser. Aunque la vida no pueda definirse
únicamente como un camino hacia la muerte, sí se puede decir que empezamos a
morir nada más nacer. No creo en la eternidad porque nada me demuestra que
exista vida más allá de los confines de nuestra existencia en la Tierra. Además,
tampoco siento atracción hacia la idea de eternidad. Frente a ella, me decanto
por valorar la bella singularidad de lo insignificante y de lo limitado. Estas
deducciones determinan considerablemente mi vida. Mi ateísmo, mi no creencia en
lo eterno, mi instalación en lo finito me configuran como ser humano y como
sujeto moral.
"Nos dan a luz cuando ya estamos acabados. Por esa razón morimos."
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