Empezar
Better Call Saul suponía un riesgo notable, pues, por mucho que me
propusiera no hacerlo, era inevitable no trazar similitudes con
Breaking Bad, una de las series más
maravillosas que he tenido el placer de ver. El enterarme de que Vince
Gilligan estaba, junto con Peter Gould, detrás de esta aventura, incrementaba
las expectativas, así como el comprobar que un número considerable de los
personajes de
Breaking Bad iba a
formar parte de la historia. A pesar de este vértigo inicial, la serie me ha
fascinado. No es necesario comparar con
Breaking
Bad para afirmar que
Better Call Saul
es una serie formidable: con un guion compacto, con una historia narrada de
manera gradual y con atención minuciosa al detalle, con unas actuaciones de
primer nivel, con una ambientación extraordinaria y con una calidad visual
excelente.
Better
Call Saul aborda la evolución de Jimmy Mcgill, un joven abogado que todos
sabemos por Breaking Bad que acabará
transformándose en Saul Goodman, un hombre moralmente impúdico. En las primeras
temporadas de Better Call Saul, uno observa cómo Jimmy es una persona entrañable, que, aunque con
la tendencia de Saul Goodman al divertimiento y a las chapuzas, atesora buenas
intenciones, como puede apreciarse en la primera temporada cuando se niega a
apropiarse una cantidad voluminosa de dinero ajeno y, sobre todo, con el trato
exquisito que le profesa a su hermano Chuck.
La complicada relación entre Chuck y
Jimmy constituye el eje sobre el que pivota la personalidad de este último en
las tres primeras temporadas y media. Chuck es todo lo contrario a Jimmy: es un
jurista apasionado que muestra un respeto sepulcral por la Ley, otorgándole un
carácter cuasi sagrado. Es una persona extremadamente perfeccionista,
meticulosa, obsesiva, honrada y que siempre intenta guiarse por lo que le
indica su rígido sentido de la moral. Chuck, sin embargo, también exhibe
numerosos defectos: le falta sensibilidad y empatía. Carece de inteligencia
emocional. Es una persona totalmente fría. Además, actúa con bastante
arrogancia, siempre cree saber qué es lo mejor y apenas muestra agradecimiento
a aquellos que, como Jimmy, le proporcionan continuos cuidados. Conforme avanza
la serie, es posible avistar en él cierto reducto de envidia hacia su hermano.
Aunque sea incapaz de aceptarlo, no tolera la facilidad con la que Jimmy se
gana el cariño de su entorno. No en vano Jimmy era el favorito de sus padres,
así como era incluso capaz de hacer reír a Rebecca, la ex mujer de Chuck a la
que éste apenas sabía cómo sacar una sonrisa.
La relación entre Chuck y Jimmy está
condenada a colapsar. Ambos tienen, como se ha dejado entrever, dos
personalidades incompatibles. Se quieren con sinceridad, pero están abocados a
desentenderse, ya que ninguno de los dos puede desplegar plenamente su
personalidad si tolera la personalidad del otro. Aunque no siempre le afecte
directamente, Chuck no puede aceptar la frecuencia con la que Jimmy incurre en
dudosas prácticas legales. La facilidad con la que Jimmy intenta retorcer la
ley hasta obtener lo que desea colisiona de pleno con el elevado respeto que
Chuck siente hacia el Estado de Derecho. Asimismo, para Jimmy es imposible ser
él mismo si se propone seguir a rajatabla los consejos y órdenes de Chuck. La
seria profundiza muy bien en la personalidad rebelde de Jimmy. Jimmy es un
caradura de libro, un liante, un truhán. Le encanta tomar riesgos, así como
estafar a la gente. Y no especialmente por razones económicas, sino sobre todo
por la felicidad que le produce jugar al margen de lo socialmente aceptable. Su
relación con Marco, su amigo de la adolescencia, se basaba precisamente en eso,
en encontrar la diversión en engañar a la gente. La complejidad con que está
narrada la serie impide, sin embargo, que reprobemos moralmente a Jimmy por sus
actividades poco íntegras. Pues resulta imposible no asociar su rebeldía, sus
continuos traspiés, con el trato exigente, condescendiente y displicente que le
ha dispensado Chuck desde que eran pequeños.
La creciente tensión entre Jimmy y
Chuck acaba por detonar en la tercera temporada, después de que Jimmy, con el
objetivo de evitar que Kim pierda un cliente de suma importancia, modifique
unos documentos de Chuck, haciéndole quedar como negligente delante de todos.
El ego de Chuck no puede perdonar esta última jugarreta de Jimmy y le empuja a
intentar por todos lo medios sepultar la carrera profesional de su hermano.
Este insalvable conflicto fratricida cristaliza en el que quizá sea el mejor
capítulo de la serie: “Artimaña”. En este capítulo cargado de drama, Chuck
testifica para denunciar la mala praxis
de Jimmy. Sin embargo, el ingenio y la falta de escrúpulos de su hermano, con
la inestimable colaboración de una incisiva Kim, consiguen sacar de quicio a
Chuck, poniendo públicamente de manifiesto su inestabilidad mental. Este suceso
supone un golpe mortal para Chuck: debilita indeciblemente su credibilidad,
mancilla su reputación y, sobre todo, le hace darse cuenta de hasta qué punto
la relación con su hermano es inviable. No es de extrañar que la muerte sea el
único destino que los escritores de la serie aguardan para este maravilloso
personaje.
Una vez Chuck desaparece de la serie,
se acelera notablemente la metamorfosis de Jimmy Mcgill en Saul Goodman. Este
proceso de cambio solo es ralentizado por la enorme influencia que Kim Wexler
ejerce sobre Jimmy. Y aquí es necesario hacer un pequeño inciso para destacar
lo magníficamente bien narrada que está la relación entre Kim y Jimmy. En mi
opinión, es una de las relaciones de amor mejor contadas en la televisión.
No hay excesos dramáticos a la hora de explicar el estrecho lazo que les une.
Más bien, todo lo contrario, la serie relata de manera muy sutil y sobria el
profundo amor que sienten Kim y Jimmy por el otro. Es un amor basado en la
complicidad y en la lealtad. Nunca se fallan entre ellos. Siempre tienen como
principal objetivo garantizar la felicidad del otro. En este sentido, el mérito
de Kim es mucho mayor, ya que resulta harto complicado lidiar con los
constantes tejemanejes de Jimmy, sobre todo para una persona como Kim que, en
la mayoría de las ocasiones, se asemeja más a Chuck que a Jimmy.
La personalidad de Kim es realmente
compleja. Por un lado, es una persona infinitamente más profesional que Jimmy,
que siente verdadera devoción por su trabajo como abogada y a la que le gusta
establecerse retos para mejorar. Kim es responsable, inteligente, ambiciosa en
su justa medida, seria cuando tiene que serlo y perseverante. Además, es la
única persona que deposita una confianza sincera e incondicional en Jimmy. Por
otro lado, también le gusta la diversión. A diferencia de Chuck, no le agrada que
su vocación profesional llene su vida de estrés y de angustia. Es por eso por
lo que, de vez en cuando, siente la tentación de unirse a las travesuras de
Jimmy. Es en estas escenas de complicidad cuando la relación entre Jimmy y ella
alcanza su máximo esplendor. A pesar de la buena química entre Jimmy y Kim, no
es difícil predecir el futuro distanciamiento entre ambos. Su relación
difícilmente podrá asimilar las consecuencias que acarreará la definitiva
transformación de Jimmy en Saul Goodman. Los últimos capítulos de la cuarta
temporada nos empiezan a proporcionar pistas que van en esta precisa dirección.
Volviendo a Jimmy, resulta complicado
no compararle con Walter White. Ambos son personajes llenos de matices,
atravesados por una dualidad que se refleja en la elección que los dos hacen de
un nombre distinto para hacer referencia a su otro yo: Saul Goodman y
Heisenberg, respectivamente. Los claroscuros destacan tanto en el universo de Breaking Bad como en el de Better Call Saul y aparecen
cristalizados en la dualidad de sus personajes principales, en esa difuminación
permanente de la dicotomía entre el Bien y el Mal. Hasta aquí, las similitudes
entre Jimmy y Walter son evidentes. Ahora bien, la diferencia radica en el
proceso de metamorfosis. El descarrilamiento de Walter White es mucho más
abrupto e irreversible que el de Jimmy. Pese a que nunca deja de perder del
todo su lado más humano, Walter se embarca desde la primera temporada de Breaking Bad en actividades más que
reprochables desde el punto de vista moral. Una vez que ha aceptado su muerte,
está dispuesto a matar, a hacer cualquier cosa con tal de ayudar a su familia y
de, como reconoce en el último episodio de la serie, forjar un imperio digno de
su inteligencia. Este viaje hacia el lado oscuro, una vez va acumulando muertes
y daños irreparables, se torna irrevocable.
Por el contrario, la deriva de Jimmy
es mucho más gradual y templada. En las primeras temporadas de Better Call Saul sus dudosas
actividades apenas producen serios damnificados. Y cuando siente que las
consecuencias de sus actos han sido excesivas o dañinas, tiende a intentar
subsanar sus errores, como cuando acaba admitiendo a Chuck que fue él quien
modificó los papeles de Mesa Verde o cuando reconoce a las señoras de la
residencia que ha estado manipulándolas. Esta evolución más pausada de Jimmy
puede explicarse por dos razones: una endógena y otra exógena. Por un lado, Jimmy,
a diferencia de Walter White, no posee una ambición desmesurada. Él ni sueña
con ser importante ni con engrosar su riqueza. La motivación de Jimmy es más
sencilla: quiere liberarse de los corsés impuestos por su hermano. Quiere
divertirse, pasárselo bien. No se considera un fracasado, simplemente piensa
que no ha tenido la ocasión de poder desarrollar plenamente su ingenio. Por
otro lado, Jimmy cuenta con un entorno mucho más influyente. Kim y Chuck actúan
como sus vigías morales, siempre están detrás de él para mitigar los efectos de
sus errores. Aunque esta influencia le angustie, es incuestionable que sirve
para frenar su evolución en Saul Goodman. Podría aducirse que Walter White
también estaba limitado por Skyler. Sin embargo, en mi opinión, Skyler apenas
ejercía ninguna influencia real sobre Walt. Cuando se enteró de las reprobables
prácticas de su marido, era demasiado tarde, el proceso de transformación de
Walt en Heisenberg era ya imparable.
Sería injusto no mencionar también la
profundización que el personaje de Mike experimenta en Better Call Saul. Si en Breaking
Bad se podía describir a Mike como el fiel y minucioso escudero de Gus
Fring, como un tipo bruto, leal y resolutivo que no temblaba a la hora llevar a
la práctica las órdenes de Gus, y en quien chocaba el cariño con el que cuidaba
a su nieta, en Better Call Saul se
revelan los recovecos de su alma, las penas que lo asolan y el desasosiego y
las contradicciones que se esconden detrás de la determinación con la que
ejecuta sus decisiones. Igualmente, la serie nos sitúa por primera vez en el
interior del núcleo del narcotráfico a través del personaje de Nacho, un joven
de ascendencia mexicana que, a pesar de sus nobles intenciones, se ve
enmarañado de manera insalvable en la inmisericorde red del narcotráfico.
Cuando se da cuenta de los horrores y las privaciones anejos a este tipo de
vida, parece ser demasiado tarde. En el mundo del narcotráfico, no hay
escapatoria. Sumisión o muerte parecen ser las dos únicas opciones.
Hasta ahora me he centrado en el
análisis de la historia y de los personajes, pero Better Call Saul es brillante por muchas más razones. El reparto de
la serie es increíble: Bob Odenkirk, Rhea Seehorn, Jonathan Banks y Michael
McKean están simplemente fantásticos. Visualmente, la serie es una maravilla. El
simbolismo está presente prácticamente en cada capítulo. La cámara consigue comunicar
con sobriedad y solvencia, como es posible apreciar en los múltiples detalles
presentes en la serie: el anillo del amigo de Jimmy que representa su lado más
díscolo; el termo de café que no se amolda al espacio para refrescos habilitado
en el Mercedes que le asignan a Jimmy en su primer trabajo flamante; el letrero
con luces efervescentes en la sala de cosmética en la que Jimmy instala su
primer despacho y que contiene letras
sin iluminar, proporcionando una sensación desasosegante de deterioro y declive;
el tapón de la botella de Tequila al que Kim se aferra para recordar en sus momentos
de dudas las cosas positivas que le aporta Jimmy… Hay planos también muy
logrados técnicamente, como el empequeñecimiento que sufre Chuck con el plano
picado con el que finaliza el capítulo en el que pierde los estribos o el
inicio del capítulo “Algo estúpido” en el que a través de un plano de pantalla
partida se muestra la potencial tensión que puede estallar ente Jimmy y Kim.
Asimismo, me parece muy inteligente
cómo se utilizan los inicios de cada capítulo, antes de la intro de la serie,
para incorporar una perspectiva temporal más amplia, abarcando sucesos previos
y posteriores a lo que puede considerarse como la trama principal la serie.
Este recurso, ya utilizado en Breaking
Bad, aporta considerables detalles que sirven para dotar de mayor hondura a
los personajes. La ambientación de la serie también es fantástica. En las
primeras dos temporadas prevalecen los escenarios más urbanos. La acción se
despliega en los espacios donde se supone que se desarrolla la civilizada vida
americana: oficinas de abogados, juzgados, hoteles, la elegante casa de Chuck,
restaurantes... Sin embargo, conforme avanzan las temporadas y las tramas se
vuelven más oscuras, la serie nos sumerge en localizaciones más propias del Western,
similares a las de Breaking Bad,
caracterizadas por los cielos abiertos y por la imponente vastedad del árido
territorio de Nuevo México.